15 Años de Inspiración Educativa: Lety Alatorre

14/5/2024
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Siempre he pensado que la docencia me encontró a mi en un momento donde me sentía, no quisiera decir perdida, aunque podría ser que sí. No busco romantizar la docencia como esa vocación de ensueño que te elige para toda la vida, donde te desvives por las necesidades de tus alumnos poniendo las tuyas siempre en segundo plano de manera desinteresada, pero si quisiera dejar claro que a mi la docencia me cambió la vida, dándome rumbo y perspectiva.

Un año y medio después de salir de la universidad y ejerciendo mi profesión de Arquitecta, me encontré sintiendo que tal vez mis expectativas acerca de lo que era la teoría y la práctica de mi profesión no eran reales. Justamente en ese momento se abrió la posibilidad de iniciarme en la docencia y honestamente, sin pensarlo mucho, acepté. Digo sin pensarlo mucho porque dije que sí a la primera, pensando en que iba a enseñar cosas que yo ya sabía y pues, ¿Qué tan difícil podría ser eso?… Resultó, que bastante.

Tengo muy presente mi primer día frente a grupo, el nervio y la anticipación que sentía antes de entrar al salón. Recuerdo muy bien los consejos de mis compañeros de academia, algunos los sigo aplicando hasta el momento, “No dejes que sientan tu nervio”, “Sin dudar”, “Mano dura”, y te avientas como toro al ruedo, esperando lo peor pero confiando en lo mejor. Salí de la primera hora y sentí un rush de adrenalina difícil de explicar, y una sensación que continúo sintiendo hoy, 15 años después. La dualidad que se experimenta en ver ojos abiertos en asombro (y otras veces volteados en la duda o en incredulidad), tener alumnos que se quedan al final de la clase para poder exprimir un poco más (y otros que salen corriendo porque una clase es más que suficiente). Entrar al aula todos los días pensando  “Déjame enseñarte un poco de lo que sé, déjame aprender de lo que tú sabes” porque entre más aprendes y enseñas, más te das cuenta de lo poco que sabes y de lo mucho que te falta.

 

Hoy, 15 años, otros estudios, matrimonio, hijos y casi 10 materias distintas impartidas después, estoy más que nunca convencida de que la docencia es sinónimo de renovación, porque justo cuando te sientes en dominio de tu tema o tu práctica, las circunstancias, tanto personales como profesionales, cambian y hay que volverse a adaptar. Yo sentía tener todo bajo control en cuanto a docencia refería, cuando en Marzo del 2020 la educación tuvo que cambiar a nivel mundial.

Y aunque los primeros meses estuvimos en modo de supervivencia, a partir del verano comenzamos una serie de cursos y capacitaciones para migrar a la nueva forma de enseñar y aprender, en la que todos, alumnos, maestros y papás, tuvimos que dejar atrás lo que conocíamos y aventurarnos de la mano de la tecnología para así soltar y evolucionaren una educación 100% virtual que nos permitió no abandonar a nuestros alumnos y continuar con el aprendizaje a como diera lugar. Sobra decir que fueron tiempos difíciles, donde se esperó mucho de nosotros, los horarios se desdibujaban y había que estar “siempre disponibles” y que lo que vino después dio pie a una docencia evolucionada, con mayor conciencia de los límites y necesidades que tenemos como maestros, y también de nuestros alcances.

Con todo esto, mi estilo de enseñanza nunca regresó a ser el mismo y lo que yo conocía como  docencia evolucionó de manera permanente, dándole paso a la tecnología como principal herramienta pero también reconociendo la importancia de algunas formas tradicionales que no podemos dejar de lado porque son elementos básicos para el aprendizaje.

La enseñanza académica actual enfrenta varios retos. Hoy, estamos adaptados al uso de la tecnología en el aula, pero nos enfrentamos a grupos que demandan la personalización del aprendizaje para diferentes estilos de aprendizaje, la necesidad de desarrollar los soft skills además de los conocimientos académicos y la preparación constante de los alumnos para la vida en momentos donde experimentamos una sobrecarga de información por parte de medios digitales. Todo esto nos exige una constante actualización de los métodos educativos, pero también nos pide a gritos valorar nuestra salud mental y emocional, factores que quizá en el pasado no eran tomados en cuenta.

Además, se espera que los maestros seamos mentores, capaces de inspirar, motivar y apoyar a los estudiantes, siempre reconociendo sus necesidades individuales y los contextos en los que se desenvuelven. En pocas palabras, se espera todo de nosotros, y se espera ¡YA! No hay tiempo que perder y eso nos deja muchas veces sin oportunidad de reflexionar. Aquí es donde entran nuestros compañeros de trabajo, aquellos maestros que son soporte y ejemplo, los que suman y aligeran el paso, nos piden frenar y analizar antes de actuar. Todos aquellos maestros con los que he compartido el amor por la docencia en estos 15 años estarán de acuerdo conmigo en que, de fácil, no tiene un pelo, pero se aminora la carga cuando estás rodeado de aquellos que te ayudan a cargar las piedras que llevamos día a día en la mochila laboral, con un consejo, una palabra de aliento y, en ocasiones, una sincera amistad. Algunos se convirtieron en mis mentores, cuando antes ya habían sido mis maestros y hoy, yo lo experimento igual, teniendo por compañera de academia a una ex alumna, cerrando el ciclo.

Cada día, al terminar la jornada laboral y llegar a casa, nos encontramos con nuestro más grande apoyo e inspiración, nuestras familias. Aquellos que comprenden lo celosa y posesiva que es la docencia, el trabajo fuera de la escuela, las tardes, noches y fines de semana de evaluaciones. Aprenden a compartirte con cursos, retiros, exámenes de nivel y capacitaciones porque aceptan nuestra obsesión por la mejora continua y la necesidad que tenemos por aprender de todo, todo el tiempo.

La disciplina que te la docencia me ayudó a reencontrarme con mi amor a la arquitectura, ejercita constantemente mi paciencia, me recuerda todos los días la importancia del respeto y la inclusión, reafirma mi compromiso con el mundo y me reta día con día en miras de convertirme en el docente que aspiro a ser. La docencia me encontró cuando me estaba buscando a mi misma y entrando al aula soy Miss, teacher, maestra o Lety e inmediatamente se abre un mundo de posibilidades de aprendizaje y enseñanza porque en este punto ya no se quién le enseña a quién, o quién aprende de quién.

#SeamosLíderes en Prepa Anáhuac.

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